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El Ecuador y el 30 de septiembre


En Quito se fraguó un suceso triste; el orden constitucional ha vuelto a tambalear en un país que ha sufrido la impetuosidad, inoperancia, y mediocridad de la gran mayoría de sus nobles -o gobernantes, si queremos, pues decimos estar en «democracia»-. En una situación sin precedentes, la fuerza policial, engañada con rumores y cizañas, buscó generar pánico a gran escala. La fuerza armada tornó su valor, disciplina, y lealtad en contra del pueblo y el gobierno constitucional generando, a la larga, un tumulto espectacular en el cual patrullas, helicópteros, piedras, bombas lacrimógenas, y gas pimienta estuvieron a la orden del día. El apoyo internacional, el accionar policial y presidencial, y la magnitud de la protesta serán los puntos de enfoque.

Luego de siglos de irresponsabilidad política, Sudamérica y el Ecuador parece que por fin han entrado en una etapa, aunque aún tambaleante, de madurez democrática; los golpes de Estado y desequilibrios en el orden constitucional son finalmente condenados a gran escala; no existe más la complicidad que sí hubo en varios otros golpes de Estado del Ecuador y de Sudamérica como en el caso de Chile en 1973 y a Argentina en 1976. Plausible es el apoyo que varios mandatarios de la región dieron al gobierno y a la democracia ecuatoriana. En medio de la crisis, se recibió apoyo incondicional de hasta Estados Unidos, Francia, y Alemania. La mismísima Unasur dió su pronunciamiento inmediato y Colombia cerraba la frontera en la tarde como muestra incondicional de condena por lo sucedido en contra de la democracia. Es curioso, sin embargo, que este gran giro en Sudamérica se haya dado cuando gobiernos de corriente izquierdista han asumido el ponder en al menos ocho de doce Estados independientes del subcontinente. En todo caso, la gran y positiva respuesta internacional en favor de la democracia ecuatoriana es una muestra contundente de el crecimiento de la democracia en la región.

Si bien el temperamento de nuestro actual jefe de estado aumentó el fervor de la turba tras su discurso, es fundamental recordar que antes de cualquier intervención del presidente, éste fue recibido con una bomba lacrimógena[1]. Es decir, existió una organización casi pandillera en la policía que no iba a escuchar razón alguna. ¿Es acaso admisible el recibimiento dado al Presidente de la República?. Tengamos sindéresis; nunca buscó, bajo ningún concepto, el grupo sublevado el diálogo pues querían, a como diera lugar, imponer sus condiciones. Hay quienes descabelladamente culpabilizan al presidente de lo sucedido. Es inaudito tratar de culpar al Presidente del incorrecto accionar policial en todo momento pese a que su presencia cambió significativamente el curso de la revuelta explicaré posteriormente. Es bastante claro que la protesta trató de inducir al pánico colectivo a una ciudadanía desamparada a manos de la delincuencia, para de este modo conseguir la atención de medios y gobierno. Creo fundamental dejar un punto claro: la policía y las fuerzas armadas están subordinadas a las órdenes y decisiones que sus cúpulas tomen[2]; y éstas, a su vez, están subordinadas al Presidente de la República [3]. Desde su llegada y tras su discurso, los miembros insurrectos de la policía «desconocieron» a su comandante en jefe gritando improperios y lanzando bombas y gases; El Primer mandatario estuvo encerrado por aproximadamente 10 horas en el hospital de la policía tras haber recibido otra bomba lacrimógena cuando ya había decidido dejar el regimiento[1]. Es necesario recordar que el Presidente no puede derogar leyes [4] como los insurrectos pedían. En otras palabras, la salida del Presidente era viable siempre y cuando sucumbiera a las peticiones de los revoltosos, no había voluntad de dialogar. ¿Habría sido acaso aceptable que el presidente mintiera y rompiera la constitución diciendo que derogaría la ley y que cediera a las demandas no por medio del diálogo sino por la fuerza? Ante la negativa del Mandatario, su permanencia fue prolongada como es bien sabido. El Presidente, como tal, su persona, no estuvo secuestrado pues tenía comunicación via teléfonos y a su seguridad; el piso, el hospital, y las inmediaciones fueron, sí, tomadas. El presidente estuvo detenido y se buscaba exigir un rescate: la derogación de la ley. ¿Acaso no es esta una forma de secuestro? ¿El secuestro no implica la retención de alguien en busca de un fin a modo de intercambio? La postura policial es enteramente condenable y el Presidente sufrió las consecuencias de enfrentarse a un grupo que no quería dialogar.



En segundo lugar, es necesario comprender la magnitud de los hechos. Un golpe de Estado constituído no hubo. Un golpe de Estado requiere muchísima más planificación y prudencia que la demostrada en este pronunciamento. Sin embargo, el accionar y la reacción policial y civil acarician levemente a un golpe de Estado. Primero, los miembros de la policía habían tenido tiempo suficiente para dejar en claro su postura y reclamo y no debieron de esperar a que la Asamblea aprobara la ley para, «espontáneamente», paralizar al país de la noche a la mañana. La policía insurrecta debió de elevar su voz a la cúpula; si ésta les era indiferente, elevar su voz al presidente, pero por vías democráticas. Empero, la realidad aparenta ser otra totalmente distinta; pasquines bien elaborados fueron aparentemente entregados a la tropa algún tiempo atrás para persuadirla a actuar incorrectamente[5]. ¿Es esta entonces una reacción espontánea de la Policía Nacional?. ¿Es comprensible que la tropa se queje por perder irrisorios incentivos de 150 dólares cada 10 ó 15 años cuando han recibido a cambio el incremento de sus salarios mensuales al 110 por ciento?. Es bastante claro: la tropa fue engañada. Un plan elaborado es más que evidente. En segundo lugar, es muy sospechosa la facilidad y prontitud con la que el levantamiento se extendió. De otro modo, ¿cómo explicar que hayan sido los mismísimos militares de la FAE quienes hubieron de cerrar el Mariscal Sucre de Quito?. La solidaridad demuestra la adhesión a la causa. Eso sí, posteriormente se retractaron, cuando la cúpula planteó su total apoyo al gobierno, pero es evidente que existe una organización interna que fraguaba un momento preciso para actuar. Finalmente, ciudades como Cuenca y Guayaquil también sufrieron las consecuencias de este espontáneo levantamiento policial. Saqueos a diestra y siniestra que fomentaron el temor de la ciudadanía se perpetraron a gran escala. ¿Es admisible que una pequeña protesta, como se la quiere plantear, genere tales consecuencias?. Coincido con José Miguel Insulza, quien dijo que se buscó generar varios focos a nivel nacional, pero la presencia del Presidente en la fuente misma de la discordia centralizó muchísimo más el levantamiento[6]. Me atrevo a decir, con mucha subjetividad, que se esperó un levantamiento civil apoyando la revuelta para finalizar con el orden constituído, pero éste nunca se dió; los ciudadanos defendieron el orden constitucional por sobre todas las cosas. Personalmente creo que si el presidente se hubiera quedado en el palacio, la situación se habría vuelto incontenible. Más caos y desesperación no sólo habrían multiplicado la magnitud de los hechos, sino que probablemente hubieran alcanzado un cometido quizás no claramente estipulado, terminar con el gobierno de turno. La relación de grupos políticos, como PSP no está del todo clara todavía. SIn embargo, llama fuertemente la atención que tres importantes miembros y colaboradores del mentado partido hayan estado presentes dentro del regimiento en la mañana, en la destrucción de equipos del canal EcuadorTv, y dentro de una Asamblea Nacional supuestamente tomada. No se trató, pues, de una simple protesta salarial sino de un plan organizado aunque bastante impreciso.



En conclusión, este grave percance del que fuera nuestro país objeto es un gran sacudón para el gobierno. Es confortante ver que otros países apoyan a la democracia en el Ecuador de manera abierta, pero sería intolerable que existiese, en algún momento del futuro, otro levantamiento de tales magnitudes que trate de acabar con el gobierno. Para lograrlo es necesario que el oficialismo busque mayor conciliación a nivel nacional. El gobierno tiene que dialogar más con la oposición y buscar soluciones respetando los convenios logrados.Y la oposición tiene que buscar también vías de escape que fomenten el bienestar general; el país está gobernado por el oficialismo y por la oposición. Muy correctamente, Marco Lara Guzmán dice que «en el Ecuador, urgido de tener una oposición democrática e inteligente, no hay visión de unidad y desinterés. Entre los partidos políticos, subsisten reticencias y egoísmos absurdos.»[7]. ¿Adónde irá a parar nuestra democracía con un gobierno que escucha poco y una oposición juntada a remendones?. El caos pasó casi en su totalidad, pero es hora de tomar actitudes más activas en pos de la democracia.


Notas:
[1] La Tv: Imágenes inéditas del jueves negro y la rebelión policial.
[2] Constitución política de la República del Ecuador. Art. 159
[3] Constitución política de la República del Ecuador. Art. 147 sección 16
[4] Constitución política de la República del Ecuador. Art 419 sección 3
[5] Ecuador señala a policía del Grupo de Apoyo Operacional como líder de la rebelión.
[6] Sesion Extraordinaria del Consejo Permanente. Reporte del Secretario General de la OEA en su visita a Ecuador
[7] Lara Guzmán, Marco. Para ver y aprender.

Imágenes:
[1] Revuelta policial en el aeropuerto de Quito.
[2] Revuelta policial en Ecuador.

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