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América novia mía

3
Morena América mía: litoral,
el viento peina tu pelo de cristal,
tu pecho de tierra oscura, mineral,
ondula en el canto de oro del trigal.

América novia mía: tómame,
entre tus brazos mulatos cíñeme,
en la boca tus dulzores viérteme,
y el pecho de resplandores lléname.

América novia mía: este cantar
despierta el canto del pueblo en voz de mar,
la libertad ha salido a navegar,
es hora de combatir y caminar.

Morena América mía: con pasión
la sangre cubrió de flores el cañón,
la hiedra del mal saltó a tu corazón,
la selva vuelve a latir en la canción.

Morena América mía: no hay dolor
al cual el hombre no aplaste triunfador.
Es duro el camino del libertador,
es largo el regreso del conquistador.

América novia mía: con afán
los dulces días antiguos volverán,
los rayos del alba un beso te darán,
las noches del forastero llegarán.


Yo me fui con tu nombre por la tierra

1
Nadie sabe en dónde queda mi país, lo buscan
entristeciéndose de miopía: no puede ser,
tan pequeño ¿y es tanta su desgarradura,
tanto su terremoto, tanta su tortura
militar, más trópico que el trópico?
Tampoco
lo sé yo, yo que lo amo a pesar de mis jueces
(la Corte se reúne en el café las tardes
y ni un testigo sino mi taza que pagaron
una vez). Y condenado a muerte en su dulce
calabozo, abro los ojos de vez en cuando,
lo veo igual y le pregunto: ¿Qué siglo
será hoy, dónde se esconde el corazón
para hacerme doler?
Si de la tierra
no te quedara amar sino el paisaje, si solamente
te faltara la espada agresiva de su luz.
Pero no es ese el caso. Sucede que no estoy
orgulloso de mi aldea, ni de su río, el único
que sigue siendo el mismo bañándote cien veces,
ni de la cometa que enarbolaba el polvo
en el mercado. No me dejan estarlo, no me han
dejado
nunca unos señores compatriotas, cincuenta
años en la misma esquina calculando
los mismos asuntos importantes -el mundo
solo va de tu bolsillo a su bragueta- y ven
pasar el tren y no lo toman, ven acercarse
el día pero se acuestan, ven la vida pasar
pero regresan y animal, voluntariosísimamente,
se amarran por el cuello al palo de la iglesia.
Debo estar orgulloso ¿de qué, si la ternura
solteronas de ambos sexos me robaron en la
infancia,
aprovechando que no estuve? ¿Y lo demás, cuando
indagan si es aún una colonia pobrecita,
con la cabeza a un lado, mientras le abren
la blusa democráticamente? ¿Qué puedo
contestar si ven la fecha de hoy y notan
que vive el encomendero todavía en su fósil,
si me miran llevando a un indio de la mano,
aterido de patrón y tiempo, intacto en la obediente
piedra, estatua para adentro, con que lo
llenaron?
Ah si fuera dable por un día
limpiar el amor de todo cuanto es cierto,
como cuando nos toca los párpados el delirio.
Porque a veces no es posible tolerar a la madre
con sus cosas.
Quisiera entonces que no encuentren
la lupa, que no miren de cerca lo difícil, eso
no nuestro, tan desprecio, tan asco. Pero insisten
y, como soy patriota, digo: "Sucede que los Incas".
En dónde queda, di, di qué le hicieron.

Jorge Enrique Adoum[1][2]
Notas
[1] Adoum, Jorge Enrique. El tiempo y las palabras. Quito, Ecuador.
[2] Hoy, 3 de julio, un año de la muerte del poeta.