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Pablo Palacio (Fragmento)

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Juan Gual, dado a la historia como a una querida, ha sufrido que ella le arranque los pelos y le arañe la cara.
Los historiadores, los literatos, los futbolistas, ¡psh!, todos son maniáticos, y el maniático es hombre muerto. Van por una línea, haciendo equilibrios como el que va sobre la cuerda , y se aprisionan al aire con el quitasol de la razón.
Sólo los locos exprimen hasta las glándulas de lo absurdo y están en el plano más alto de las categorías intelectuales. Los historiadores son ciegos que tactean; los literatos dicen que sienten; los futbolistas son policéfalos, guiados por los cuádriceps, gemelos y soleus.

Pablo Palacio
(Obras escogidas, Las mujeres miran las estrellas, 2004)

Quito, Febrero de 1976

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INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE AMÉRICA

Había dos pueblitos indígenas que eran vecinos. Vivían de las ovejas y de lo poco que daba la tierra. Cultivaban, en terrazas, la ladera de una montaña que baja hasta un lago muy hermoso cerca de Quito. Las dos aldeas se llamaban igual y se odiaban.

Entre una y otra, había una iglesia. El cura se moría de hambre. Una noche enterró una Virgen de madera y le echó sal encima. A la mañana, las ovejas escarbaron la tierra y apareció la Milagrosa.

La Virgen fue cubierta de ofrendas. De ambas aldeas le llevaban alimentos, ropas y adornos. Los hombres de cada aldea le pedían la muerte de los hombres de la aldea vecina y por las noches los asesinaban a cuchillo. Se decía: "Es la voluntad de la Milagrosa".

Cada promesa era una venganza y así los dos pueblitos, que se llamaban Pucará, se exterminaron mutuamente. El cura se hizo rico. A los pies de la Virgen habían ido a parar todas las cosas, las cosechas y los animales.

Entonces una cadena hotelera multinacional compró, por un puñado de monedas, las tierras sin nadie.

A orillas del lago, se levantará un centro turístico.

Eduardo Galeano.
(Quito. Tradiciones, testimonios y nostalgia. Edgar Freire Rubio, 1990)