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El telar del sol

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¿Qué hago con esta sangre de dos sangres?
¿Qué hago con el silicio que me habita?
¿Qué hago con estos pómulos de huarpe
y esta barba telar encanecida?
¿Y qué con mi memoria irreverente
que no quiere olvidar y que no olvida?
¿Y este idioma curtido a la intemperie
sobre el idioma muerto de mi raza?,
¿Con esta antigüedad de antigua piedra
y la genealogía de mis padres?
¿Qué hago con este polvo enamorado
de mi palabra nueva en tu palabra?
(...)
Mis hembras han tejido en su paciencia,
telar continental, todas las sangres.

Armando Tejada Gómez. El telar del sol, 1992.



Lamparilla

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Grato es llorar
cuando afligida el alma
no encuentra alivio
a su dolor profundo;

son las lágrimas
jugo misterioso
para calmar
las penas de este mundo.

Con el profuso
aceite de mis lágrimas,
yo ablandaré
el rigor del cruel destino;

lamparilla
ardiente de mis ojos,
no desmayes
jamás en mi camino.
Luz Borja Martínez

Filokuyay

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Y al entrar a la sala, centenas de libros descuidados. Sentado entonces, tomó uno empolvado, lo olió, lo imaginó, y lo soltó. Así con tres más. Salió tosiendo y con una necesidad enfermiza de tierra. Corrió por el zaguán de su casa, llegó al destartalado jardín, “desblanqueó” su rostro y se embarró de lodo, y cerró los ojos; renació. No se engañaba más a sí mismo. Miró en su mente la tristeza, el mestizo, el odio. Cuando abrió los ojos, impávido, caminó hacia la puerta mayor, la abrió, miró a la Virgen del Yavirac, y gritó: ¡Runakuna, Pachamama!