Twitter
RSS

El arrastre de caudas

Cuando un general romano moría por guerra o enfermedad, el jefe de la legión hendía el aire con el estandarte sobre el cadáver de éste. De esta manera las virtudes y fortalezas del general podrían ser pasadas al ejército que, posteriormente, recibía el flameo del estandarte. Tras la desintegración del imperio romano, muchas de sus tradiciones pasaron al cristianismo, y, concretamente, esta tradición pasó a la archidiócesis de Sevilla. En el cristianismo sevillano, el arrastre de caudas se hacía en miércoles santo a las doce del medio día con un rito interesantísimo. La continuidad del rito en Sevilla es incierta; sin embargo, en Quito la tradición sigue viva ,y probablemente es la única ciudad hispanoamericana que lo continúa haciendo.

Primeramente, ocho canónigos recorren las naves de la Catedral de la ciudad con caudas negras de entre cuatro a seis metros que pueden hacer referencia a la influencia musulmana en la cristiandad sevillana debido a su color, solemnidad y tetricidad. Mientras los canónigos caminan acompañados cada uno de dos seminaritas con cirios encendidos, piezas fúnebres son tocadas por el órgano de la iglesia. Posteriormente pasa el obispo tras la senda marcada por los canónigos vestido con una cauda púrpura y blanca con encajes dorados e hilos de oro y plata. El obispo, lleva en sus manos un relicario y un par de astillas enviadas desde el vaticano específicamente a Quito que, según la tradición, fueron recuperadas por Santa Elena, madre de Constantino, de la cruz donde murió Jesucristo (Lignum Crucis). Cuando el obispo llega al presbiterio toma una gran bandera negra con una cruz roja central (negra por luto, y roja por la sangre triunfadora de Cristo) y la hiende por el aire ante el altar, luego para con los presentes y concluye haciéndolo nuevamente en presencia de los ocho canónigos que están recostados sobre el suelo boca abajo. Finalmente, tras este ritual de quince minutos aproximadamente, se procede al rezo de vísperas en el que el obispo bendice a los presentes con las astillas ya mencionadas, sucediendo todo esto a obscuras con insignificantes rayos de sol que delatan el acontecimiento.

Para concluir, si alguno de quienes alcanzan a leer esto antes del medio día de mañana (hoy en la capital), y se encuentra en Quito, creo que valdría la pena presenciar este ritual... ¡Pero eso sí!, si van, irán con tiempito porque hay centenares de personas que también lo querrán presenciar. Tengan cuidado de ser tocados por la bandera o las vestimentas pues cuenta la tradición que quienes han tenido el desfortunio de ser tocados, mueren a la semana o máximo al año.

Sin lugar a dudas esta celebración ha perdido su importancia histórica aunque aún mucha gente va a verlo. En realidad, mucha de la gente que va lo hace por novelería o por turismo, ya son pocos los creyentes que van a esta celebración de buen corazón y convencidos del acontecimiento

Comments (0)

Publicar un comentario