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Tierra Central

Las Américas unen su cintura
entre los dos océanos nupciales,
del Atlántico mar cobran espumas,
del Pacífico estrellas torrenciales,
vienen las naves de los polos blancos
cargadas de petròleo y azahares:
las bodegas marinas absorbieron
nuestras secretas sangres minerales
que construyen las torres del planeta
en crueles y espinosas capitales.
Por eso allí se estableciò el imperio
del dòlar y sus tristes familiares:
los sangrientos caníbales caribes disfrazados de
heroicos generales:
un reino de ratones despiadados,
una herencia de escupos militares,
una caverna hedionda de mandones,
una acequia de barros tropicales,
una cadena oscura de tormentos,
un rosario de penas capitales
y el dòlar gobernando la impudicia
con una flota blanca por los mares, extrayendo el
aroma platanero,
el grano intenso de los cafetales, eternizando en
nuestra tierra pura
a los trujillos manchados de sangre. Pobre
América en sangre sumergida
a medio cuerpo en tantos cenagales, clavada en
una cruz y con espinas, maniatada y mordida por
los canes, despedazada por los invasores,
herida por torturas y desmanes,
arrasada por vientos fabulosos,
ventas sacrilegas, robos colosales.
Oh delgada cadena de dolores,
oh reuniòn del llanto de dos mares.


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