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Sonetos de la tarde

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I

Despacio... y como atentos a la voz del destino
diluida en el grave son de los campanarios,
íbamos silenciosos por el viejo camino
donde se alzan escuetos árboles milenarios.

Lejos lloraba el ángelus desde la triste ermita.
Se desmayó la hora trémula en el ocaso.
Y tuvieron la angustia de esa tarde infinita
las hojas que caían muertas a nuestro paso.

Ella y yo por la senda triste... La fuente clara
rimaba sonatinas como si fuesen para
nuestro amor, para ella, que tenía en su frente

una vaga dulzura crepuscular dormida ...
Yo le dije un secreto triste como la vida
y ella cerró los ojos melancólicamente ...


(José María Egas, La senda florida)


La historia la escriben los vencedores

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No existen pueblos superiores ni pueblos inferiores. Todos se han balanceado desde el extremo del éxito hasta el del fracaso, desde la iniquidad y la miseria hasta la generosidad y la nobleza. Unos pueblos recogen de otros fatigados la posta del guía hasta que, rendidos a su vez, la entregan al que sigue. Esto no ha terminado. Hay mucho por suceder todavía, a menos que... -te decía que los especialistas son en exceso vulnerables, homo sapiens es ya un especialista, el especialista de la inteligencia y la violencia, poseedor del arma definitiva, el arma de la destrucción final...- a menos que se elimine del globo por propia mano. Pero nos apartamos del tema.


Te decía que la Historia la escriben los vencedores a su antojo y conveniencia y por ello es que nos ha llegado una mentira burda de un Tahuantinsuyo gigantesco deshecho por un puñado de rapaces al otro día de su llegada en un solo golpe de audacia y de crueldad. Y luego como España también fue vencida a su turno, los nuevos vencedores nos quieren endilgar una leyenda negra sobre nuestros tatarabuelos. Pero te digo que no. Ni los unos corderitos mansos marchando hacia el degüello ni los otros perros rabiosos sedientos de sangre. No. Las gentes que participarion en él no fueron peores que las que tomaron parte en cualquier otro de los enfrentamientos entre culturas dispares y de diferente acervo tecnológico. ¡Basta ya de mentiras! Basta ya de leyendas negras.

(Carlos de la Torre Flor. Chaupi punllapi tutaj yarcu, 1983)