Twitter
RSS

Danzante del destino

1

Hace ya cerca de dos años, un amigo y maestro partía a probar suerte en la Argentina. En la última pieza que nos ofreció en su despedida, cantó un danzante con letra de Jorge Enrique Adoum. Desde aquel día recuerdo a este danzante que me deja sensaciones de soledad, añoranza y tristeza, y con el que cada vez siento más intriga por Adoum. Del poeta conocía muy poco, quizás solamente de nombre, pero quedó grabado en mi memoria. Felizmente, lo conocí un poco más en sexto curso de colegio, aunque no precisamente de este danzante. Sin más, y tras mucho tiempo de buscar su nombre y una interpretación -que vale la pena-, les dejo con el poema.


Preguntan de dónde soy
y no sé qué responder:
de tanto no tener nada
no tengo de dónde ser.

Un día me iré a quemar
todo el trigo del dolor:
entonces ha de haber patria
ahora hay tierras del patrón.

Debajo del campo verde
harta sangre hay en el suelo:
yo no sabré a dónde voy
pero sé de dónde vengo.

El indio que cae sabe
cuánta tierra al fin le toca
pues reconoce el sabor
de otros indios en la boca.

Jorge Enrique Adoum

¿La fundación de Quito ? (Parte I)

0

La historiografía ecuatoriana nos recuerda que el seis de diciembre de 1534, tras dos intentos frustrados -por así decirlo-, fue fundada la franciscana ciudad de Quito sobre las cenizas de la ciudad inca de Kitu, la cual había sido quemada heroicamente por Rumiñahui y un millar de inca-quiteños. Sin embargo, lo curioso es que la historia sólo nos recuerda la fundación de la ciudad de Quito efectuada, como ya se ha dicho, el seis de diciembre, y no se toma siquiera la molestia de indagar plenamente y de conscientizar el hecho de que la historia de la ciudad y por ende su fundación viene de un tiempo ancenstral, desconocido, y prehispánico.

Si hablamos del Padre Velasco, probablemente caeríamos en la ficción pues la Historia del reino de Quito, al igual que El cantar de los nibelungos o El rey Arturo, responde a un cantar de gesta adaptado al siglo XVII, que busca fomentar ese identidad que con muchos vaivenes, erigió a nuestro país. El hecho de fantasear con una cultura precolombina desarrollada (la Shyri) antes de la llegada de los Incas, que dominó los territorios del actual Ecuador, presupone una identidad nacional ancestral de unidad étnica y cultural. Asevera lo aquí mencionado el hecho de que no existen evidencias arqueológicas suficientes para probar la existencia de los Shyris ni de su cultura asentada en Quito. Sin embargo, hay una cultura precolombina mencionada en la historia del Padre Velasco de la que sí tenemos evidencias arqueológicas, y que pudo haber tenido que ver con la fundación incial de la ciudad: la etnia Quitu. Sus principales ciudades-estado están ubicadas en lo que hoy es Cotocollao y Cochasqui. Aún así, hablar de una fundación inicial en el centro de Quito, preincaica, también puede resultar incierto y hasta infundamentado.

Cuenta la historia que Atahualpa fue hijo de una princesa quiteña y del Inca Huayna Cápac; esta sentencia nos permitiría creer que los quitus mostraron cierta resistencia, quizás confederada -con Cayambis, Cañaris y Pastos- , en contra del invasor Inca. Dicha resitencia no fructificó pues a la postre los incas vencieron y establecieron al menos tres ciudades en la serranía del actual Ecuador. Pese a todo, parece ser que los quiteños consiguieron una suerte de trato con los Incas pues sí lograron enmaridar a una de sus princesas con el Inca Huayna Cápac, y éste, a su vez, pudo haber iniciado la fundación de la ciudad de Quito, arquitectónicamente Inca, en un paraje deshabitado que, tristemente, no concluyó por la llegada de los españoles al imperio del sol. Esta nueva ciudad, fruto de la unidad de quiteños e incas, estaría ubicada en lo que hoy es el centro histórico de la ciudad.


En realidad, negar la existencia de una ciudad incaica en lo que hoy es el centro histórico de la capital, puede ser subjetivista y hasta engañoso pues hay demasiadas coincidencias como para desmentirlo. La existencia del templo de Inti o el templo de Quilla en las colinas que circunscriben a la ciudad, la probable existencia de los cimientos de la coricancha de Huayna Cápac, y la del Inca Atahualpa en en San Francisco y la Catedral. La similitud de la ciudad de Quito con Tomebamba (Cuenca) y Cuzco* debido a la presencia de un cerro principal y tres ríos dentro de la ciudad, que a su vez formaban la idealización mítica del puma, pilar fundamental de las ciudades cabeceras incas. Y hasta la presencia de al menos siete santuarios dedicados a las deidades Incas, que constituían parte del cuerpo del puma, en la avenida principal de la ciudad (actual García Moreno), hoy restituídos por siete iglesias católicas superpuestas sobre las construcciones anteriores -como en casi todos los casos-.

En todo caso, quizás la ciudad de Quito, con orígenes anteriores a los Incas, sea un romanticismo ecuatoriano. Sin embargo, la existencia de una ciudad incaica es poco o nada discutible, y esto nos demuestra que sí existió una ciudad anterior a la fundacion española que ha sido olvidada en el tiempo y el espacio.. Pero, el olvido, será harina del siguiente costal.

* La fotografía que está en el encabezado prueba lo mencionado respecto al Cuzco.

PD: Si alguien está interesado en la historia de esta ciudad incaica de Quito, existen algunos libros referentes como: "La ciudad inca de Quito" o el libro "Quito milenario" donde todas las coincidencias son explicadas amplia y abiertamente.

El arrastre de caudas

0
Cuando un general romano moría por guerra o enfermedad, el jefe de la legión hendía el aire con el estandarte sobre el cadáver de éste. De esta manera las virtudes y fortalezas del general podrían ser pasadas al ejército que, posteriormente, recibía el flameo del estandarte. Tras la desintegración del imperio romano, muchas de sus tradiciones pasaron al cristianismo, y, concretamente, esta tradición pasó a la archidiócesis de Sevilla. En el cristianismo sevillano, el arrastre de caudas se hacía en miércoles santo a las doce del medio día con un rito interesantísimo. La continuidad del rito en Sevilla es incierta; sin embargo, en Quito la tradición sigue viva ,y probablemente es la única ciudad hispanoamericana que lo continúa haciendo.

Primeramente, ocho canónigos recorren las naves de la Catedral de la ciudad con caudas negras de entre cuatro a seis metros que pueden hacer referencia a la influencia musulmana en la cristiandad sevillana debido a su color, solemnidad y tetricidad. Mientras los canónigos caminan acompañados cada uno de dos seminaritas con cirios encendidos, piezas fúnebres son tocadas por el órgano de la iglesia. Posteriormente pasa el obispo tras la senda marcada por los canónigos vestido con una cauda púrpura y blanca con encajes dorados e hilos de oro y plata. El obispo, lleva en sus manos un relicario y un par de astillas enviadas desde el vaticano específicamente a Quito que, según la tradición, fueron recuperadas por Santa Elena, madre de Constantino, de la cruz donde murió Jesucristo (Lignum Crucis). Cuando el obispo llega al presbiterio toma una gran bandera negra con una cruz roja central (negra por luto, y roja por la sangre triunfadora de Cristo) y la hiende por el aire ante el altar, luego para con los presentes y concluye haciéndolo nuevamente en presencia de los ocho canónigos que están recostados sobre el suelo boca abajo. Finalmente, tras este ritual de quince minutos aproximadamente, se procede al rezo de vísperas en el que el obispo bendice a los presentes con las astillas ya mencionadas, sucediendo todo esto a obscuras con insignificantes rayos de sol que delatan el acontecimiento.

Para concluir, si alguno de quienes alcanzan a leer esto antes del medio día de mañana (hoy en la capital), y se encuentra en Quito, creo que valdría la pena presenciar este ritual... ¡Pero eso sí!, si van, irán con tiempito porque hay centenares de personas que también lo querrán presenciar. Tengan cuidado de ser tocados por la bandera o las vestimentas pues cuenta la tradición que quienes han tenido el desfortunio de ser tocados, mueren a la semana o máximo al año.

Sin lugar a dudas esta celebración ha perdido su importancia histórica aunque aún mucha gente va a verlo. En realidad, mucha de la gente que va lo hace por novelería o por turismo, ya son pocos los creyentes que van a esta celebración de buen corazón y convencidos del acontecimiento

Memorias para un amigo

2

Sólo quisiera rememorar en este texto, dedicado con profundo afecto y agravio, a quien es, fue y será un gran amigo en este aciago día en el que memoramos su natalicio. Tengo la certeza de que Dios, mucho más temprano que tarde, lo tendrá en su gloria.

El enemigo

Mi juventud no fue sino una tenebrosa borrasca,
Atravesada aquí y allá por brillantes soles;
El trueno y la lluvia han hecho tal desastre,
Que restan en mi jardín muy pocos frutos bermejos.

He aquí que he llegado al otoño de las ideas,
Y que es preciso emplear la pala y los rastrillos
Para acomodar de nuevo las tierras inundadas,
Donde el agua orada hoyos grandes como tumbas.

Y ¿quién sabe si las flores nuevas con que sueño
Encontrarán en este suelo lavado como una playa
El místico alimento que haría su vigor?

— ¡Oh, dolor! ¡Oh, dolor! ¡El Tiempo devora la vida,
Y el oscuro Enemigo que nos roe el corazón
Con la sangre que perdemos crece y se fortifica!

Charles Baudelaire
Las flores del mal


Con afecto, a R. Guerrero, en el que es su décimo noveno aniversario.